miércoles, 29 de junio de 2011

Un post para hacerse los rulos.

Yo no sé si influenciado por haber escuchado de adolescente al negro Dolina con una Spica abajo de la almohada o porque sencillamente "está en mí", es que regresé a las antiguas lecturas en latín y me detuve en el vocablo Nescius, que en su primera acepción (majadero, tonto) no me suena mucho, aunque si en el olfateado por el lector a primera vista. Y claro, la necedad ha sido, en todos los órdenes de la historia humana, una barrera infranqueable que ha provocado la suma de calamidades que más han contribuído al atraso y la ruina de los pueblos. Incluso más que las guerras, las plagas bíblicas o las malas administraciones. Etimológicamente definido desde el latín ha adoptado distintas aceptaciones según usos y costumbres de cada etnia, desde necio hasta incólume, pasando por inamovible y adoptando nuestro criollo porfiado.
Y ahí rescato uno de los dichos que siempre me ha fascinado; es el popular que dice "porfiau como bocha chueca...", porque resume maravillosamente en sí misma la imposibilidad de alterar una trayectoria ya emprendida por la irregular esfera y porque pone en un estado de impotencia a su lanzador y por ende, a quienes observan entre atónitos y resignados, el desenlace que no podrán evitar.
En política a veces la solemos confundir con persistencia, nada más distante de las estrategias napoléonicas o de las acertadas ocurrencias del General cuando afirmaba que "una hormiga no puede matar a un elefante: pero sí puede comérselo...", dando las pistas de la diferencia entre terquedad y perseverancia. Dos cosas muy distintas.
Y no me vengan conque el agua al fin termina horadando la piedra, eso lo sabíamos todos, pero convengamos que la función de la gota es caer repetidamente para conseguir un propósito natural, pero no tiene planes de gobierno (nótese la similitud mía con la gota: ninguno de los dos sabemos nada de política) ni tiene idea del bienestar general de los pueblos.
He dejado para el final una fábula atribuida a Samaniego (dicen) que relata las desventuras de un campesino que iba por un camino de montaña cuando su burro tropieza y comienza a desbarrancarse. Presuroso lo toma de las patas traseras para evitar su caída pero éste se resiste dando coces tan violentas que era muy riesgoso seguir sosteniéndolo.
El campesino, entonces, lo suelta y rezonga: "Está bien, está bien, sálvate tú mismo: pero a tu propio riesgo..."