martes, 13 de agosto de 2013

Los pájaros abandonados.(primera parte)

Él Árbol Grande estaba totalmente colmado y se podía palpitar la expectación: todos sabían para que estaban ahí aunque ninguno estaba preparado para lo que iba a venir. El viejo tordo, a prudente distancia, observaba la reunión desde lo alto de su rama favorita, con un dejo de tristeza mascullada que le erizaba el plumaje, todos esos pájaros eran (o habían sido) casi como sus hijos. Entrecerraba los ojos y podía recordar los años plácidos de los primeros vuelos de cada uno. Gorriones que se transformaban en águilas, halcones que se convirtieron en palomas y los caranchos... que inexorablemente seguían siendo caranchos, pero los peores eran los mixtos, que se mezclaban con pájaros distintos y pretendían que eso era algo normal. De pronto, un murmullo lo despertó, eran los  gorjeos que venían del bosque con la novedad:
¡ Van a elegir El Mejor Pájaro del Bosque !
El viejo tordo, que había pasado innumerables veces por todo esto, sonreía para sus adentros y acomodando el plumaje a la tibieza de la rama, se dispuso a escuchar sin interrumpir.
- Deberíamos vestir las mejores plumas, dijo la lechuza, eso hará que se fijen en nosotros.
- No, no. no, dijo el gorrión, nosotros tenemos un color que no llama la atención y sin embargo somos tantos que fácilmente podríamos ser los elegidos.
- Según como se mire, intervino el cuervo, nos corresponde a nosotros el honor de ser los mejores, ya que tenemos habilidades como imitar la voz humana y hasta podemos, humildemente hablando, sacarle los ojos.
Unos loros que escuchaban entre tímidos y resignados, decidieron no decir nada ante este comentario, un poco por saberse íntimamente repetidores y otro poco por el miedo a la represalia de los “pájaros asustadores”, como le decían ellos en la intimidad de sus nidos.
- Queremos ser escuchados, gorjeó fuertemente un cabecita negra, no queremos desaparecer como ya ha pasado en otros bosques con el pretexto de la reubicación con fines de progreso ¡
Las palomas, haciendo gala de su mote histórico, aún no se habían enterado de la reunión y por lo tanto andaban entremezcladas con los demás pájaros, picoteando las migas que el tordo dejaba caer con una actitud que los cuervos tildaban de displicente, los gorriones miraban con satisfacción y los loros con cautela.
-Atención, atención, se oyó gritar al cuervo, si están todos de acuerdo, que cada pájaro exponga y procedemos de una vez.
- ¿Y quien elige a quien ?, preguntó un pájaro carpintero recién llegado a la reunión.
- Lo ideal es que cada uno de nosotros se postule como candidato y votemos todos, dijo un cabecita negra.
- Me opongo, dijo un cuervo, propongo una reunión de cada uno representando a cada uno de nosotros y nos sentemos solos  en una rama más chica para poder hablar tranquilos,
Uno de los loros acomodó el plumaje para negarse, pero nadie supo que quiso decir porque su compañero le recordó al oído que con su comentario iba a contradecir a uno de los pájaros asustadores y finalmente el loro calló.
- Propongo que consultemos al tordo, dijo el ruiseñor, en otras oportunidades lo hicimos y no nos fue nada mal, no ?
- De ninguna manera, saltó un mirlo joven, ha llegado la hora de que se escuchen voces nuevas en el bosque !
Este comentario caló muy hondo entre los presentes y especialmente entre las calandrias, que de tanto en tanto y haciendo gala de su facilidad para burlarse de otros pájaros los imitaban desde las altas ramas de un pino, divirtiéndose con las confusiones producidas.
El viejo tordo decidió que era hora de levantar vuelo por un tiempo y se dirigió a un árbol lo suficientemente lejano como para no oír el bullicio de la asamblea pero no tanto como para no enterarse de a ratos de que iba la cosa. Sabía en lo más íntimo que ése era su bosque y aunque se burlasen los mirlos o le patearan el nido continuamente las calandrias, siempre iba a contar con el apoyo incondicional de los cabecitas negras, que tenían vivo el recuerdo de los primeros vuelos, los primeros nidos, las primeras tormentas...decidió que lo mejor era quedarse en ese árbol y empezó a entre dormirse lentamente.
Mientras tanto, la asamblea continuaba, sin poder ponerse de acuerdo sobre la forma en que iba a ser elegido El Mejor Pájaro del Bosque.
- Tengo una idea, dijo el ruiseñor, llamemos otros pájaros de otros bosques y que ellos pregunten de forma anónima quien podría ser de nosotros el elegido.
- No sirve, dijo el cabecita negra, ya lo han hecho en el bosque de al lado y a nuestros hermanos nunca les preguntan nada.
- Ya sé, gorjeó tímidamente un mirlo, dividámonos en varios árboles, deliberemos y traemos a la Asamblea cada resultado y los discutimos entre todos.
Este comentario provocó una ola de discusiones, insultos y el ruido de los aleteos se hizo insoportable al punto de que nadie escuchaba las protestas del mirlo, que sostenía a pluma batiente que él no había dicho tal cosa, mientras una calandria oculta entre el follaje, se regodeaba en su perfecta imitación del pobre mirlo, señalado para siempre como el causante de la batahola.
La discusión se prolongó hasta altas horas de la noche y extrañamente y sin que nadie se percatara de ello, estaban ya dispersos en distintos árboles, aunque curiosamente, podía distinguirse en cada árbol la presencia de un mixto, que con actitud humilde y respetuosa, escuchaban en silencio y asentían cada comentario, fuera cual fuera el pájaro que lo gorjeaba o el árbol en que se encontrase.
Se acercaba el día y finalmente, debían tomar una decisión y los cabecitas negras se esperanzaban en que la cordura iba a reinar y se acomodaron en las ramas del Árbol Grande a esperar la llegada de los otros pájaros. Fue en vano. Finalmente se decidió que iban a elegir entre todos y por separado, que fue la única frase que hizo levantar la cabeza a las palomas, que se miraban entre sí extrañadas, tratando de entender que querían decir con eso, aunque finalmente volvieron a las miguitas, total, ellas nunca se interesaron por esas cuestiones vanidosas y de hecho, jamás elegían a nadie.
El tordo estiró lentamente sus alas, se incorporó en silencio y decidió que había llegado el momento de actuar, inspeccionó las otras ramas y los otros árboles antes de salir y finalmente volvió a sobrevolar, amparado en la oscuridad de la noche, al Árbol Grande, que estaba completamente desolado, ya que los últimos cabecitas negras que quedaban, habían decidido irse a sus nidos, porque nada tenían que hacer allí, al fin y al cabo el único pájaro que los entendía los había dejado solos, a merced de los cuervos, que tomaban posición del Árbol Grande, acomodando en las mejores ramas alguna que otra calandria, dos o tres mirlos y estratégicamente ubicados, una considerable cantidad de mixtos, que nunca pedían la palabra y escuchaban en silencio, ellos tenían la ventaja y la costumbre de poder hablar en otras ramas y en otros árboles, a solas. Alguna calandria chismosa llegó a afirmar muy oronda, que ellos podían hablar a solas hasta con el tordo, aunque como decía un cardenal viejo: “lo que pasa en el bosque, queda en el bosque”.
Finalmente, la votación se llevó a cabo con el resultado menos esperado y más temido, cada pájaro tenía una porción equivalente de poder que les alcanzaba minimamente para dos o tres gorjeos pero no para cantar como El Mejor Pájaro del Bosque, dándose la curiosa paradoja que una calandria estaba en la rama de los ruiseñores, un cuervo se paraba entre dos mirlos o un mixto votaba junto con las calandrias, haciendo caso omiso de las voces de los pájaros de su misma especie que miraban estupefactos.
Tal era la confusión reinante, que nadie se percató de la presencia del tordo, que volvía silenciosamente a ocupar su lugar en el Árbol Grande.

Que pena que los cabecitas negras no pudieron verlo, volvería para quedarse ?...