Enseñanza del odio
Tu me enseñaste a odiarte, Inglaterra,
a adivinar entre tu bruma helada
buscando rescatar los cuerpos de la nada
contando con lágrimas mis muertos de guerra.
Tal vez no sepas de mi odio y mi tristeza
pero no podrás ignorar la sangre derramada
en tu supuesta conciencia, cuando los pueblos
sean juzgados y debas entregar armas, almas y tierras.
Que esperabas encontrar, Inglaterra? Que no tengas?
Un pueblo temeroso del león viejo?
Miedo, tal vez? O una salva y un himno
entonados en defectuoso inglés? Sólo el revés
de la trama macabra de la historia
puso en marcha la noria poderosa de los vivos y los muertos.
Yo te condeno (y tengo el derecho para hacerlo)
al insomnio eterno y así despierta contar los que no están:
a Vernet,
a los que cayeron bajo tu látigo en plantaciones americanas,
a los que juraron venganza por sus hijos en las llanuras del Asia,
a los que sufrieron la máxima colonizadora desgracia
de encontrar tus noches en el camino de sus mañanas,
a los inocentes que en el sur pusieron el pecho a tus balas.
Tú me enseñaste y yo te condeno, a vivir en el cieno
de tus crímenes , a secar continuamente de tus manos
sangre inocente que formando un río afluente
de vertientes de nombres y de fechas, te de escalofrío.
Tú me enseñaste, Inglaterra, no a temerte,
sino a condenarte.
el huron (1982)
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